Relieve
Africa está formado por altas mesetas rodeadas de montañas. Su altura media es de 750 m sobre el nivel del mar:
w Las montañas se agrupan en macizos montañosos rodean el continente.
w Las mesetas ocupan el resto del territorio.
w Las llanuras son delgadas franjas ubicadas sobre las costas y en las desembocaduras de los ríos.
Montañas
Los cordones montañosos rodean el continente cuyo relieve predominante es la meseta. La presencia de estas montañas obliga a los ríos a realizar grandes rodeos hasta desembocar en el mar. A diferencia de otros continentes, las montañas de Africa son las zonas más habitadas, ya que protegen a la población de las altas temperaturas y la densa vegetación que se encuentra en las zonas llanas. Los sistemas montañosos pueden dividirse en cinco regiones:
w Sahara: En el centro del desierto de Sahara se ubican los montes Ahaggar al sur y los montes Tassili y Tibesti al norte. Proporcionan una zona de clima más fresco en medio de un tórrido desierto.
w Montes Dragones: Se encuentran al sur del continente y corresponden al plegamiento hercínico.
w Montes Atlas: Formados en el plegamiento Alpino, se encuentran al norte del desierto de Sahara. Su mayor altura corresponde al monte Toubkal con 4.165 metros.
w Gran Fractura: Esta grieta se ubica al este del continente y es la mayor del mundo con 3.000 kilómetros de longitud. Se inicia en la zona del Mar Muerto, en Saia y culmina en la costa de Mozambique. Produjo grandes ascensos y descensos del terreno durante el plegamiento Alpino. Se destacan grandes volcanes como el Kilimanjaro de 5.895 metros y el Kenia de 5.200 metros. Las zonas deprimidas fueron ocupadas por el agua formándose grandes lagos como el Assal situado a 150 metros bajo el nivel del mar.
w Costa Oeste: Sobre la costa oeste se ubica un borde elevado paralelo a la misma. Constituye un refugio para los pobladores por su menor temperatura y debido a que las llanuras inundables se encuentran plagadas de insectos.
Mesetas
Las mesetas africanas forman la mayor parte del relieve del continente. Sus características son muy diferentes, destacándose:
w Sahara: La meseta de Sahara es el mayor desierto del mundo y se encuentra atravesada por cadenas montañosas. Las precipitaciones pueden faltar por varios años y las diferencias de temperatura entre el día y la noche son inmensas, pasando de los 50ºC a los 0ºC. Se distinguen formaciones características de este desierto como los erg, dunas de arena que se desplazan por acción del viento; las hamadas, mesetas rocosas estériles; los uadis, cauces secos de antiguos ríos; y los oasis, formados por el afloramiento de napas subterráneas que permiten la existencia de vegetación y la instalación del hombre.
w Congo: Esta meseta está rodeada por altas montañas y la recorre la cuenca del río Zaire. Su suelo es muy fértil y se caracteriza por las formaciones selváticas y boscosas.
w Grandes Lagos: En la zona de la Gran Fractura, donde la misma se divide en dos ramas, surge entre las mismas la meseta de los Grandes Lagos. Esta presentan un clima fresco y es divisoria de aguas.
w Etíope-Somalí: Esta meseta es un macizo elevado rodeado por áreas deprimidas. Desciende en forma de terrazas hacia el Océano Indico.
w Kalahari: Es una depresión desértica arenosa rodeada por altas montañas. Las precipitaciones son escasas y presenta muy pocos oasis. Se encuentra en el sur del continente africano.
Llanuras
Las llanuras africanas son muy escasas, presentándose en forma de angostas franjas costeras sobre el Mar Mediterráneo, el Océano Atlántico y el Indico. Se destaca el delta formado en la desembocadura del río Nilo.
Ríos
Africa se caracteriza por presentar los ríos más largos y caudalosos del mundo y otros cuyo caudal es tan pequeño que no llegan a desembocar en el mar, perdiéndose por infiltración y evaporación. Los ríos principales nacen en el centro del continentes y realizan grandes rodeos hasta llegar al mar, debido a las elevaciones costeras. Las áreas endorreicas y arrecias ocupan casi el 50% del territorio africano.
Se distinguen tres cuencas marítimas:
w Mar Mediterráneo: La mayor parte de los ríos correspondientes a esta cuenca descienden de los montes Atlas y son temporarios. Transportan aguas en las épocas de lluvias invernales y en los meses de deshielo. Se destaca el río Muluya en Marruecos. El río más importante de esta cuenca es el
Nilo. Es el más largo del mundo, con 6.670 km de longitud. Nace en la meseta de los Grandes Lagos con el nombre de río Kágera y atraviesa los lagos Victoria, Eduardo y Alberto. Más adelante recibe su mayor afluente denominado Nilo Azul, rico en sedimentos rojizos que permiten fertilizar el valle que recorre. Entre las ciudades de Khartum y Asuán presenta seis cascadas sucesivas. En esta última se construyó una represa que forma un lago de 500 kilómetros de largo y provee de energía eléctrica y riego a la zona. A partir de allí recorre un amplio valle de 20 kilómetros de ancho. En su desembocadura forma un amplio delta de nueve brazos.
w Océano Atlántico: Esta cuenca cuenta con una gran cantidad de ríos largos y caudalosos. Muchos de ellos recorren zonas desérticas y luego circulan por áreas selváticas. Sus nacientes son cercanas a la costa, pero deben realizar largos recorridos hasta cruzar las montañas costeras y desembocar en el océano. Se destaca el río Zaire, que es el segundo más largo del mundo después del Nilo con 4.640 kilómetros y uno de los más caudalosos. Debido a la presencia de saltos y cataratas en su curso superior no es navegable pero permite la generación de energía hidroeléctrica. El curso medio se utiliza para la navegación. El río Niger nace cerca del mar y recorre 4.200 kilómetros hasta lograr desembocar en el mar formando un gran delta. Su régimen irregular debe ser manejado a través de la construcción de embalses para evitar inundaciones. Otros ríos de esta cuenca son Senegal, Gambia, Volta y Orange.
w Océano Indico: Los ríos pertenecientes a esta cuenca se caracterizan por ser cortos e innavegables, aunque aptos para la generación de energía hidroeléctrica. Los más importantes son el Limpopo y el Zambeze.
w Los lagos africanos más importantes se ubican en la zona de la Gran Fractura y se han formado en las depresiones que fueron cubiertas por el agua. Se destacan los lagos Alberto, Eduardo, Tanganica (uno de los más profundos del mundo con 1.430 metros) y Victoria.
sábado, 14 de febrero de 2009
martes, 3 de febrero de 2009
Mis dos personajes favoritos de la historia: Atila y El Cid Campeador (Rodrigo Diáz de Vivar)
Aquí les dejo información de mis dos personajes favoritos de la historia.
Atila El Huno:
Atila (n. 406 - m. 453) fue el último y más poderoso líder de los hunos, tribu procedente probablemente de Asia, aunque sus orígenes exactos son desconocidos. Atila gobernó el mayor imperio europeo de su tiempo, desde el 434 hasta su muerte en 453. Conocido en occidente como "El azote de Dios". Sus posesiones se extendían desde Europa Central hasta el Mar Negro, y desde el Danubio hasta el Báltico. Durante su reinado fue uno de los más acérrimos enemigos del Imperio Romano, que en esta etapa final del mismo, estaba dividido en dos: El Imperio Oriental con capital en Constantinopla, hoy Estambul y el Imperio Occidental, con capital en Roma y más tarde en Rávena. Invadió dos veces los Balcanes, estuvo a punto de tomar la ciudad de Roma y llegó a sitiar Constantinopla. Marchó a través de Francia hasta llegar incluso a Orleans, hasta que el general Romano Aecio, le obligó a retroceder en la batalla de los Campos Cataláunicos en el 451 (Châlons-sur-Marne). Logró hacer huir al emperador de Occidente Valentiniano III de su capital, Rávena, en el 452.
El imperio de los hunos murió con Atila. Los hunos fueron un pueblo nómada que de cazadores y ganaderos, no solían usar la agricultura y la industria en su organización social, y la escritura era rara vez usada por los hunos para documentar su historia, por lo que desaparecieron sin dejar ninguna herencia destacada, lo poco que se sabe de ellos se lo debemos en gran parte a sus mayores enemigos, los romanos. A pesar de todo ello, se convirtió en una figura legendaria de la historia de Europa y en gran parte de la Europa Occidental se le recuerda como el paradigma de la crueldad, la destrucción y la rapiña. Algunos historiadores, en cambio, lo han retratado como un rey grande y noble, y tres sagas escandinavas lo incluyen entre sus personajes principales.
ORIGENES
Los hunos europeos parecen haber sido una rama occidental de los hsiung-nu, grupo proto-mongol o proto-túrquico de tribus nómadas del noreste de China y del Asia Central. Estos pueblos lograron superar militarmente a sus rivales (muchos de ellos de refinada cultura y civilización) por su predisposición para la guerra, su asombrosa movilidad, gracias a sus pequeños y veloces caballos y sus extraordinaria habilidad con el arco, ver arco huno.
Atila nació en torno al año 406. En cuanto a su infancia, la suposición de que a temprana edad era ya un jefe capaz y un avezado guerrero es razonable, pero no existe forma de constatarla. Tras la muerte de su padre, Atila se encuentra con su tío y decide acompañarlo para aprender el arte de la guerra.
UN TRONO COMPARTIDO
Hacia el 432, los hunos se unificaron bajo el rey Rua o Rugila. En el 434 murió Rua, dejando a sus sobrinos Atila y Bleda, hijos de su hermano Mundzuk, al mando de todas las tribus hunas. En aquel momento los hunos se encontraban en plena negociación con los embajadores de Teodosio II, acerca de la entrega de varias tribus renegadas que se habían refugiado en el seno del imperio de Oriente. Al año siguiente, Atila y Bleda tuvieron un encuentro con la legación imperial en Margus (actualmente Pozarevac), y, sentados todos en la grupa de los caballos a la manera huna, negociaron un tratado. Los romanos acordaron no sólo devolver las tribus fugitivas (que habían sido un auxilio más que bienvenido contra los vándalos), sino también duplicar el tributo anteriormente pagado por el imperio, de 350 libras romanas de oro (casi 115 kg), abrir los mercados a los comerciantes hunos y pagar un rescate de ocho sólidos por cada romano prisionero de los hunos. Éstos, satisfechos con el tratado, levantaron sus campamentos y partieron hacia el interior del continente, tal vez con el propósito de consolidar y fortalecer su imperio. Teodosio utilizó esta oportunidad para reforzar los muros de Constantinopla, construyendo las primeras murallas marítimas de la ciudad, y para levantar líneas defensivas en la frontera a lo largo del Danubio.
El imperio huno se extendía desde las estepas de Asia Central hasta la actual Alemania, y desde el Danubio hasta el Báltico
Los hunos permanecieron fuera de la vista de los romanos durante los siguientes cinco años. Durante este tiempo llevaron a cabo una invasión de Persia. Sin embargo, una contraofensiva persa en Armenia concluyó con la derrota de Atila y Bleda, quienes renunciaron a sus planes de conquista. En el 440 reaparecieron en las fronteras del imperio oriental, atacando a los mercaderes de la ribera norte del Danubio, a los que protegía el tratado vigente. Atila y Bleda amenazaron con la guerra abierta, sosteniendo que los romanos habían faltado a sus compromisos y que el obispo de Margus (cercana a la actual Belgrado) había cruzado el Danubio para saquear y profanar las tumbas reales hunas de la orilla norte del Danubio. Cruzaron entonces este río y arrasaron las ciudades y fuertes ilirios a lo largo de la ribera, entre ellas –según Prisco– Viminacium, que era una ciudad de los Moesios en Iliria. Su avance comenzó en Margus, ya que cuando los romanos debatieron la posibilidad de entregar al obispo acusado de profanación, éste huyó en secreto a los bárbaros y les entregó la ciudad.
Teodosio había desguarnecido las defensas ribereñas como consecuencia de la captura de Cartago por el vándalo Genserico en el 440 y la invasión de Armenia por el sasánida Yazdegerd II en el 441. Esto dejó a Atila y Bleda el camino abierto a través de Iliria y los Balcanes, que se apresuraron a invadir en el mismo 441. El ejército huno, habiendo saqueado Margus y Viminacium, tomó Sigindunum (la moderna Belgrado) y Sirmium antes de detener las operaciones. Siguió entonces una tregua a lo largo del 442, momento que aprovechó Teodosio para traer sus tropas del Norte de África y disponer una gran emisión de moneda para financiar la guerra contra los hunos. Hechos estos preparativos, consideró que podía permitirse rechazar las exigencias de los reyes bárbaros.
La respuesta de Atila y Bleda fue retomar la campaña (443). Golpeando a lo largo del Danubio, tomaron los centros militares de Ratiara y sitiaron con éxito Naissus (actual Nis) mediante el empleo de arietes y torres de asalto rodantes (sofisticaciones militares novedosas entre los hunos). Más tarde, presionando a lo largo del Nisava tomaron Serdica (Sofía), Filípolis (Plovdiv) y Arcadiópolis. Enfrentaron y destruyeron tropas romanas en las afueras de Constantinopla y sólo se detuvieron por la falta del adecuado material de asedio capaz de abrir brecha en las ciclópeas murallas de la ciudad. Teodosio admitió la derrota y envió al cortesano Anatolio para que negociara los términos de la paz, que fueron más rigurosos que en el anterior tratado: el emperador acordó entregar más de 6.000 libras romanas (unos 1.963 kg) de oro como indemnización por haber faltado a los términos del pacto; el tributo anual se triplicó, alcanzando la cantidad de 2.100 libras romanas (unos 687 kg) de oro; y el rescate por cada romano prisionero pasaba a ser de 12 sólidos.
Satisfechos durante un tiempo sus deseos, los reyes hunos se retiraron al interior de su imperio. De acuerdo con Jordanes (quien sigue a Prisco), en algún momento del periodo de calma que siguió a la retirada de los hunos desde Bizancio (probablemente en torno al 445), Bleda murió y Atila quedó como único rey. Existe abundante especulación histórica sobre si Atila asesinó a su hermano o si Bleda murió por otras causas. En todo caso, Atila era ahora el señor indiscutido de los hunos y nuevamente se volvió hacia el imperio oriental.
UN REY ÚNICO
Tras la partida de los hunos, Constantinopla sufrió graves desastres, tanto naturales como causados por el hombre: sangrientos disturbios entre aficionados a las carreras de carros del Hipódromo; epidemias en el 445 y 446, la segunda a continuación de una hambruna; y toda una serie de terremotos que duró cuatro meses, derruyó buena parte de las murallas y mató a miles de personas, ocasionando una nueva epidemia. Este último golpe tuvo lugar en el 447, justo cuando Atila, habiendo consolidado su poder, partió de nuevo hacia el sur, entrando en el imperio a través de Moesia. El ejército romano, bajo el mando del magister militum godo Arnegisclo, le hizo frente en el río Vid y fue vencido aunque no sin antes ocasionar graves pérdidas al enemigo. Los hunos quedaron sin oposición y se dedicaron al pillaje a lo largo de los Balcanes, llegando incluso hasta las Termópilas. Constantinopla misma se salvó gracias a la intervención del prefecto Flavio Constantino, quien organizó brigadas ciudadanas para la reconstrucción de las murallas dañadas por los sismos (y, en algunos lugares, para construir una nueva línea de fortificación delante de la antigua).
Ha llegado hasta nosotros un relato de la invasión:
La nación bárbara de los hunos, que habitaba en Tracia, llegó a ser tan grande que más de cien ciudades fueron capturadas y Constantinopla llegó casi a estar en peligro y la mayoría de los hombres huyeron de ella (…) Y hubo tantos asesinatos y derramamientos de sangre que no se podía contar a los muertos. ¡Ay, que incluso capturaron iglesias y monasterios y degollaron a monjes y doncellas en gran número!
Callínico, Vida de San Hipatio
Atila reclamó como condición para la paz que los romanos continuaran pagando un tributo en oro y que evacuaran una franja de tierra cuya anchura iba de las trescientas millas hacia el este desde Sigindunum hasta las cien millas al sur del Danubio. Las negociaciones continuaron entre romanos y hunos durante aproximadamente tres años. El historiador Prisco fue enviado como embajador al campamento de Atila en el 448. Los fragmentos de sus informes, conservados por Jordanes, nos ofrecen una gráfica descripción de Atila entre sus numerosas esposas, su bufón escita y su enano moro, impasible y sin joyas en medio del esplendor de sus cortesanos:
“La Fiesta de Atila”, cuadro del pintor húngaro Mór Than. Se basa en el fragmento de Prisco, al que representa de blanco en la parte derecha, sosteniendo su libro de historia.
Se había preparado una lujosa comida, servida en vajilla de plata, para nosotros y nuestros bárbaros huéspedes, pero Atila no comió más que carne en un plato de madera. En todo lo demás se mostró también templado; su copa era de madera, mientras que al resto de nuestros huéspedes se les ofrecían cálices de oro y plata. Su vestido, igualmente, era muy simple, alardeando sólo de limpieza. La espada que llevaba al costado, los lazos de sus zapatos escitas y la brida de su caballo carecían de adornos, a diferencia de los otros escitas, que llevaban oro o gemas o cualquier otra cosa preciosa.
Durante estos tres años, de acuerdo con una leyenda recogida por Jordanes, Atila descubrió la “Espada de Marte”:
Dice el historiador Prisco que fue descubierta en las siguientes circunstancias: Cierto pastor descubrió que un ternero de su rebaño cojeaba y no fue capaz de encontrar la causa de la herida. Siguió ansiosamente el rastro de la sangre y halló al cabo una espada con la que el animal se había herido mientras pastaba en la hierba. La recogió y la llevó directamente a Atila. Éste se deleitó con el regalo y, siendo ambicioso, pensó que se le había destinado a ser señor de todo el mundo y que por medio de la Espada de Marte tenía garantizada la supremacía en todas las guerras.
Jordanes, Origen y gestas de los godos” (XXXV)
Más tarde, el estudioso Juan Carlos Quito N. identificaría esta leyenda como perteneciente a un patrón de culto a la espada común entre los nómadas de las estepas de Asia Central.
Y bueno hay más historia pero esto es bastante.
El Cid Campeador (Rodrigo Diáz De Vivar)
«El Cid» redirige aquí. Para otras acepciones véase El Cid (desambiguación).
Estatua del Cid, en Burgos, obra de Juan Cristóbal González Quesada, inaugurada en 1955
Rodrigo Díaz de Vivar (Vivar del Cid, Burgos, hacia 1043[1] o 1048-1050[2] – Valencia, 1099) fue un hidalgo y guerrero castellano.
Conocido como El Cid Campeador, Mio Cid o El Cid (del árabe dialectal سيد sīdi, 'señor', y del latín campae docto, 'diestro en el campo de batalla', 'conocedor de la batalla'), llegó a dominar al frente de su propia mesnada prácticamente todo el oriente de la Península Ibérica a finales del siglo XI, de forma autónoma respecto de la autoridad de rey alguno, aunque con el beneplácito del rey Alfonso VI, de quien Rodrigo siempre se consideró vasallo. Se trata de una figura histórica y legendaria de la Reconquista española, cuya vida es la base del más importante cantar de gesta de la literatura española, el Cantar de mio Cid.
Según el autor musulmán andalusí Ibn Bassam (1109):[3]
Este hombre, el azote de su tiempo, por su ansia de gloria, por la prudente tenacidad de su carácter, por su heroica valentía, fue uno de los milagros de Dios.
BIOGRAFÍA
Nació en fecha desconocida a mediados del siglo XI (entre 1048 y 1050).[2] Su lugar de nacimiento es sólo señalado por el Cantar de mio Cid como Vivar del Cid, a 10 km de Burgos, aunque se carece de otras fuentes documentales que ratifiquen esto. Era hijo de Diego Laínez, infanzón de Vivar, de la nobleza menor,« capitán de frontera» en las luchas entre navarros y castellanos en la línea de Ubierna–Atapuerca, y de Sancha o Teresa Rodríguez, hija de Rodrigo Álvarez de Asturias, de una de las primeras familias del condado de Castilla. Según la Historia Roderici, su abuelo por vía paterna era Laín Núñez, quien aparece como testigo en documentos expedidos por el Rey Fernando I de León y Castilla, a su vez descendiente de Laín Calvo, uno de los míticos Jueces de Castilla. En 1058, siendo muy joven, entró en el servicio de la corte del rey Fernando I, como doncel o paje del príncipe Sancho, formando parte de su séquito.
NOMBRAMIENTO COMO CABALLERO
Se dice que fue investido caballero alrededor del año 1060[cita requerida], en la iglesia de Santiago de los Caballeros (Zamora) por el príncipe Sancho, aunque en opinión del citado Martínez Diez en su exhaustiva biografía cidiana, la corte de Sancho se encontraría en Burgos, como capital del futuro reino de Castilla que heredaría de su padre. Si damos crédito a las posibles fechas de nacimiento del Cid que Martínez baraja, la fecha de 1060 parece de todo punto improbable como la de su ordenación como caballero. En realidad, uno de los indicios más valiosos para aventurar la fecha de nacimiento de Rodrigo, es la alusión en el Carmen Campidoctoris a la participación del Cid en la batalla de Graus (1064), al servicio del infante Sancho, a la sazón aliado del rey taifa de Zaragoza, Al-Muqtadir, sin que en ningún momento se diga que esta participación fuese en calidad de caballero, y si aceptamos que la coronación de Sancho como rey de Castilla no tuvo lugar hasta 1065, la fecha de 1060 parece aún más improbable. Según Fray Prudencio de Sandoval, fue investido caballero por el rey Fernando I de León y Castilla, en la mezquita mayor de Coimbra, en el año 1064, inmediatamente después de la conquista de la ciudad.[4]
Teniendo en cuenta todo lo anterior, y que la dignidad de caballero no solía ser alcanzada antes de la edad de 15 años, Martínez señala al año 1067 como el más probable para la investidura de caballero, coincidiendo con la Guerra de los tres Sanchos y el primer combate singular del Cid contra Jimeno Garcés.
DEFENDIENDO CASTILLO PARA SANCHO II
Hasta la muerte de Sancho en 1072 el Cid gozó del favor del rey, quien le puso al frente de su mesnada y le encomendó la custodia de su enseña, en calidad de alférez tras la Batalla de Llantada.
El Carmen Campidoctoris señala precisamente a la campaña de la Guerra de los Tres Sanchos y a la victoria de Rodrigo en combate singular sobre el caballero navarro Jimeno Garcés, como el origen del sobrenombre "Campeador" (campidoctoris, o maestre de campo).
Como jefe de las tropas reales, acompañó a Sancho en la guerra que éste mantuvo con su hermano Alfonso VI, rey de León y con su hermano García, rey de Galicia, con el objeto de reunificar el reino dividido tras la muerte del padre. Desempeñó un papel notable, sobre todo en las victorias castellanas de Llantada (1068) y Golpejera (1072). Tras esta última, Alfonso VI fue capturado y Sancho II se adueñó de León y, a continuación, de Galicia.
Parte de la nobleza leonesa se sublevó y se hizo fuerte en Zamora, bajo el amparo de la infanta doña Urraca, hermana de los anteriores. Sancho II, con la ayuda de Díaz de Vivar, sitió la ciudad, pero murió asesinado por el noble zamorano Bellido Dolfos.
REINANDO ALFONSO VI
Alfonso VI sucedió a su hermano en el trono del Reino de Castilla y en el de León.[5]
Las relaciones entre Alfonso y Díaz de Vivar fueron buenas en principio; aunque el nuevo rey le sustituyó en el cargo de alférez real por García Ordóñez, conde de Nájera, lo nombró juez o procurador en varios pleitos y le proporcionó un honroso matrimonio con Jimena Díaz (julio de 1074), noble asturiana, bisnieta de Alfonso V, con quien tuvo tres hijos: Diego, María (casada en segundas nupcias con el Conde de Barcelona) y Cristina (casada en segundas nupcias con el infante Ramiro de Navarra). Sin embargo el Cid siempre tuvo recelo de que Alfonso estuviera involucrado en el asesinato de Sancho [cita requerida], algo que irritaba a Alfonso.
En 1079 fue comisionado por el rey para cobrar las parias (tributos) al rey de Sevilla. Durante esa misión, ganó la batalla de Cabra contra las tropas del rey moro de Granada, a las que acompañaban las de García Ordóñez, en misión similar a la de Díaz de Vivar.
El ataque sufrido por Díaz de Vivar, sin embargo, tuvo una relevancia especial, por cuanto, al parecer, habría sido parte de una maniobra del propio Alfonso VI con el objeto de desequilibrar las fuerzas de los reinos de Taifas en su beneficio. Sin saberlo, la misión de Díaz de Vivar fue en contra de los planes de su rey. Por lo demás, su victoria frente a un noble de buena posición en la corte, García Ordóñez, complicó su situación.
A todo esto se sumó, finalmente, un exceso (aunque no excepcional en la época) de Díaz de Vivar tras repeler una incursión de moros toledanos en 1080: adentrándose, a su vez, en el reino de Taifa toledano, saqueó su zona oriental, que estaba bajo el amparo del rey Alfonso VI.
PRIMER DESTIERRO POR ALFONSO VI, AL SERVICIO DE ZARAGOZA (TAIFA)
Sin descartar la influencia de cortesanos opuestos a Díaz de Vivar en la decisión, todo lo anterior tuvo como consecuencia que el rey incurriera en la «ira regia» y decretase su destierro y el rompimiento de la relación de vasallaje con él. Se dijo que el Cid se quedaba con partes de las parias que se cobraban a los reinos de Taifas.
A finales de 1080 o principios de 1081, Díaz de Vivar partió al destierro e, inmediatamente, buscó un patrono al otro lado de la frontera. Junto con sus vasallos o «mesnada», entró al servicio desde 1081 hasta 1085 del rey de Zaragoza, al-Mutamín, que encomendó al Cid en 1082 una ofensiva contra su hermano, el gobernador de Lérida, Mundir, el cual, aliado con el conde Berenguer Ramón II de Barcelona y el rey de Aragón, Sancho Ramírez, no quería acatar el poder de Zaragoza a la muerte del padre de los dos, Al-Muqtadir, iniciándose por ello las hostilidades.
La mesnada del Cid reforzó las plazas fuertes de Monzón y Tamarite y derrotó a la coalición, ya con el apoyo del grueso del ejército taifal de Zaragoza, en la batalla de Almenar, donde fue hecho prisionero el conde Ramón Berenguer II. El apoteósico recibimiento de los musulmanes de Zaragoza al Cid al grito de «sīdī» ('mi señor' en árabe) pudo originar el apelativo romanceado de «mio Çid». El otro apelativo que le brindaron los musulmanes fue «el milagro de su Dios».[6]
En 1084 el Cid desempeñaba una misión en el sureste de la taifa zaragozana, atacando Morella. Al-Mundir, señor de Lérida, Tortosa y Denia, vio en peligro sus tierras y recurrió de nuevo a Sancho Ramírez, que le atacó el 14 de agosto de 1084. De nuevo el castellano se alzó con la victoria, reteniendo a dieciséis nobles aragoneses, que al fin liberó tras cobrar su rescate.
RECONCILIACIÓN Y SEGUNDO DESTIERRO, SU INTERVENCIÓN CON LEVANTE
La invasión almorávide y la derrota en 1086 de Alfonso VI en la batalla de Sagrajas, fomentaron el acercamiento entre rey y vasallo, a quien se le encargó la defensa de la zona levantina y le concedió varios dominios en tenencia: Dueñas, San Esteban de Gormaz, Langa de Duero y Briviesca.
En 1089 se produjo una nueva disensión con el rey, al llegar tarde las tropas de Díaz de Vivar al sitio de Aledo, lo que le provocó un segundo destierro y ser despojado de las concesiones anteriores e incluso de sus propias heredades. Junto con su mujer Jimena y sus soldados más leales marchó en busca de gloria.
A partir de este momento, planteó su intervención en Levante como una actividad personal y no como una misión por cuenta del rey. En 1090 saqueó la taifa de Denia y después se acercó a Murviedro (hoy Sagunto), provocando el miedo de Al-Qádir en Valencia, que pasó a pagarle tributos. El rey de Lérida, por su parte, pidió ayuda frente a Díaz de Vivar al conde de Barcelona, Berenguer Ramón II, al que derrota en Tévar en 1090. Como consecuencia de estas victorias, se convirtió en la figura más poderosa del oriente de la Península.
Salió victorioso, por la descoordinación de sus enemigos, de una alianza entre castellanos y aragoneses con el fin de apoderarse de Valencia en 1092 y aminorar así su poder. Como represalia, lanzó un ataque sobre La Rioja que obligó a Alfonso VI a volver a su reino. Por lo demás, a estas alturas todo Levante, excepto Zaragoza, pagaba sus parias a Díaz de Vivar.
Y bueno por lo demás sigue la historia pero claro a este paso lleno la hoja por lo menos os faltan un cuarto de la información de estos dos grandes personajes de la historia. Uno es de España y todos los saben.
Un Saludo-
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